En México, país donde las instituciones legales y corporaciones policiacas no cumplen con sus propósitos y en ocasiones empeoran la situación de los ciudadanos a los que deben de salvaguardar, el género policiaco no se manifiesta de la misma forma como lo hace en países con sistemas judiciales mas efectivos. Un héroe policiaco mexicano que cumple con el “debido proceso” y es un honesto servidor público solo es verosímil para la mayoría si es presentado de manera estrafalaria o como farsa. Como ejemplo de “lo estrafalario” contamos con las películas de acción de los ochenta. En cuanto a la farsa, tenemos a Llámenme Mike. Escrita por Reyes Bercini y Jorge Patiño y dirigida por Alfredo Gurrola (quién años después dirigiría las primeras dos adaptaciones fílmicas de las aventuras del detective privado mexicano Héctor Belascoarán Shayne), Llámenme Mike es una mordaz parodia de la novelas de detectives estadounidense y de la realidad socio-cultural del México de los setenta.
Miguel Contreras (Alejandro Parodi, cuyo apellido no podría ser mas fortuito) es un agente judicial gris y taciturno que pertenece a un grupo policiaco corrupto liderado por el capitán O’Hara (Victor Alcocer) y al que también pertenecen Domínguez (Carlos Cardán) y Villegas (Leonardo Trebole). Entre sus hazañas se encuentra la ejecución de un operativo contra traficantes de cocaína en donde roban dos kilos del producto. Solo reportan algunos gramos empaquetados a su perpetuamente iracundo superior, el comandante Ornelas (José Najera), quien furiosamente amenaza con dar de baja a todo el equipo si no se reporta la cocaína restante y al responsable de haberla hurtado. O’Hara decide “pasarle la cuenta” a Miguel (quien se toma esta frase de manera literal, algo muy de acorde con su personalidad) por todos los favores que le ha hecho, y este es escogido como el chivo expiatorio. O’Hara le asegura que solo tendrá que purgar algunos meses en la cárcel y que al salir será reincorporado en las filas de la ley. Miguel acepta los argumentos de su superior y empaca algunos libros de su nada despreciable colección de novelas “hardboiled”, específicamente las obras de Mickey Spillane y su protagonista, el hiper-duro detective privado Mike Hammer. Miguel va a la cárcel como si fuera un retiro monástico, pero sus vacaciones duran poco cuando es confrontado por un grupo de reos a los que él ayudó a arrestar y calentar. Después de abrirle la cabeza a golpes, el cerebro de Miguel es operado en una escena médica. Tras un acercamiento a su cerebro palpitante escuchamos una voz en off de tono rudo y determinado que despotrica contra la amenaza de los “Rojos” y sus intentos por destruir los valores de la Democracia Occidental. Miguel Contreras ya no existe. Llámenle Mike.
Como resultado de sus lecturas, Miguel corre la misma suerte que don Quijote, solo que su transformación se debe a la ruptura de sus sesos y no a su sequedad. Los caballeros andantes medievales son remplazados por los detectives privados, quienes cumplen la misma función que los caballeros de antaño, solo que ahora con gabardinas en vez de armaduras. Pero el héroe predilecto de Miguel no es Sam Spade o el operador Continental de Dashiell Hammett ni el Phillip Marlowe de Raymond Chandler. Si Marlowe era un “caballero de armadura oxidada”, Mike Hammer era Conan el Bárbaro pero más salvaje. Marlowe y los detectives de Hammett dependían más en astucia, improvisación e ingenio para resolver sus casos; Hammer era partidario de su cuarenta y cinco y de sus puños. Era común que le propinara un puñetazo en el estomago o golpes en los testículos a algún sospechoso o matón y que este terminara vomitando y retorciéndose en el suelo. Y mientras que en la novela negra tradicional inaugurada por Hammett y Chandler el declive moral es síntoma de la degradación que pulula debajo de la sociedad en la que se desenvuelve Hammer se debe a la decadencia intrínseca de ciertos grupos sociales indeseables: criminales cuya criminalidad se debe a su maldad inherente, no necesariamente a circunstancias socioeconómicas; homosexuales que usualmente también son travestis ya que los matices y diferenciaciones no existen para la perspectiva heterosexual extrema de Hammer; y, naturalmente, los “rojos”, a los que Hammer siempre mira con desdén.
Al despertar de su
coma, “Mike” huye del asilo psiquiátrico acompañado por Rene (Patiño), quien
habla en términos de evangelista apocalíptico. Causan un incendio en donde
mueren nueve pacientes y atropellan a un anciano con su ambulancia. Estas
escenas dicen mucho: La violencia y la muerte son presencias constantes en este
ambiente degradado (en una escena, los compañeros de Mike ignoran a un hombre
que es asaltado y golpeado afuera del restaurante donde se encuentran) y Mike y los judiciales “atropellan” tanto a
civiles como a sospechosos en el “cumplimiento” de su deber. Pero la diferencia
es que Mike es purificado por su fanatismo reaccionario. Honrado e
incorruptible, no es un investigador privado sino un autoproclamado justiciero
anónimo (homologo, entonces, de otra clase de anti-héroe, usualmente interpretado
por Charles Bronson) y tal como don Quijote y sus molinos, su visión transforma
a tiradores de poca monta en achichincles del comunismo. Traduce conceptos y
apodos en inglés y al presenciar a una cantante de mariachi en un tugurio se
queja de la pérdida de los valores estadounidenses debido a la compenetración
cultural de lo “latino”, uno de los comentarios satíricos más agudos de una
película sobre un judicial mexicano poseído por el espíritu de un detective
gringo McCarthysta.
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De izquierda a derecha: Victor Alcocer, Sasha Montenegro, Alejandro Parodi yAlfredo Gurrola, en un rato agradable en el set. |
O’Hara protesta el hecho de que se permita que el “tocado” de Mike ande suelto por las calles, pero el comandante Ornelas (quien depende de pastillas para poder controlar su presión y su ira) le muestra su ventana y le pide que mire la ciudad. El mensaje es claro: solo alguien que esté completamente divorciado de la realidad puede ser un agente de la ley tan efectivo e intachable como Mike. El mundo actual es aún más cínico que el de Cervantes, pero el cinismo de Mike tiene una base ideológica que le permite ejercer el monopolio de la violencia contra los “indeseables” indicados. La narración final y la última mirada de Parodi lo resume todo: la respuesta a un sistema judicial corrupto e incompetente es la competencia fanática del fascismo. Con todo y risas, es una conclusión que de oscura no le pide nada al género que parodia.
DISPONIBILIDAD: Llámenme Mike está disponible para verse gratis y en streaming en FilmInLatino. Se puede comprar en DVD en el Péndulo o en Amazon.
Más detalles: IMDB
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