La nueva era del cine
de acción iniciado por películas como John
Wick continua agarrando potencia, ahora gracias a Atomic Blondie (Atómica a
secas en países hispanohablantes, haciendo género un título que se beneficiaría
de utilizar la palabra “rubia” o “güera” para ser más memorable), película
dirigida por David Leitch, uno de los co-directores de la saga del vengador de
cachorros (el otro co-director, Chad Stahelski, nos regaló la excelente segunda
entrega de John Wick a principios de
año). Tanto Leitch como Stahelski trabajaban como dobles de stunt antes de dar
el salto hacia la silla del director y ambos son gratas adiciones al gremio.
Poseedores de un ojo inmaculado para el diseño de producción, vestuario y los
encuadres, el mundo representado es uno donde alternan edificios y calles
derruidas y las habitaciones futuristas con iluminación de neon, amén de elaborar escenas de acción filmadas al estilo claro, conciso y emocionante que se merecen. En contraste con el mundo de John Wick, situado en
un asombroso bajo mundo con sus propias estructuras y métodos de comunicación y
económicos, “Atómica” nos transporta al Berlín bifurcado de 1989, específicamente
durante la semana previa a la caída del Muro. Optando por una recreación
histórica, la fotografía también adquiere un tono más frío y clínico que va de
la mano con su personaje principal, la agente británica del MI6 Lorraine
Broughton (Charlize Theron).
Al principio de la
historia, el agente británico James Gasciogne ha sido asesinado por un agente
soviético, el maravillosamente nombrado Bajtín. Bajtín se ha quedado con un
microfilme en donde están enlistados todos los agentes occidentales activos en
Berlin. Aunque la Unión Soviética se encuentra al borde del colapso, la KGB
desea obtener la lista para liquidar a todos los agentes enemigos y así saldar
cuentas pendientes. Broughton es asignada por sus superiores, “C” (James
Faulkner) y Eric Gray (Toby Jones), a viajar a Berlín para recuperar el cadáver
de Gascoigne y ponerse en contacto con el jefe de la sección berlinesa de MI6,
David Percival (James McAvoy). Pero al llegar las cosas se dificultan: Lorraine
es detectada de inmediato por la KGB—liderada por el brutal Bremovich (Roland Moller)
—y es seguida por la policía local, vigilada por una bella y misteriosa mujer
francesa llamada Delphine Lasalle (Sophia Boutelle) y debe lidiar con las
excentricidades de Percival, quien tras años de vivir en Berlin ahora se viste
y comporta como un neurótico rebelde local. La seguridad de la inteligencia
occidental queda en las manos y la iniciativa de Lorraine, lo que lo lleva a
investigar en ambos lados del muro y utilizando información de agentes locales
como el Relojero (Til Schweiger), Merkle (Bill Skarsgard) y el informante de la
Stasi, Spyglass (Eddie Marsan).
A diferencia de John
Wick, cuyas aventuras siempre son directas y van al grano, Atomic Blondie tiene una gran cantidad de complicaciones,
traiciones y contra-traiciones. Además, cuenta con dos o tres capas narrativas
que pueden ser desorientadoras y en ocasiones entorpecen un relato que
necesitaba un dinamismo que correspondiera a la acción en pantalla y a la
actitud de Lorraine. El peso de estas complicaciones termina por causar una
confusión que solo se disipa si uno arma el rompecabezas durante la película o permitiéndose
unos momentos en el día para meditarlo. Sin duda, este es un caso en donde un énfasis
en el estilo sobre la sustancia hubiera sido más benéfico.
Pero cuando la película
se deja llevar por el estilo en verdad es una experiencia disfrutable. Las
escenas de combate entre Lorraine y el ejército de contrincantes son dignos de
verse en pantalla grande. La coreografía de Leitch tiene sus paralelos con las
que se utiliza con Keanu Reeves (uso de las manos sobre las muñecas para
contrarrestar el peso del enemigo, la utilización de armas de fuego como armas
de golpe o para tomarse del agresor, piruetas sobre los cuerpos de enemigos más
grandes), pero Charlize Theron nos hace sentir el dolor de cada golpe que
recibe y una agilidad de gato en cada golpe que da pavor. La mejor pelea de la
cinta es una secuencia de diez minutos que parece estar filmada en una sola y
que nos lleva desde los decaídos escalones de un complejo apartamental hasta
las calles repletas de manifestantes. Al final de este excelente combate, Lorraine a duras penas puede caminar, y menos lanzar mas golpes. Hay otras escenas destacadas, como un combate con manguera, un tiroteo en un hotel y una pelea que toma lugar detrás de una pantalla que muestra la película Stalker, de Tarkovsky, sin duda un homenaje inesperado.
Lorraine Broughton es un personaje de acción memorable. Tiene todas las cualidades de los super-agentes británicos que tanto estimamos, incluyendo el sarcasmo, las capacidades poliglotas, un imparable sentido del deber, dudas filosóficas sobre su trabajo (el aspecto temático de la película mas importante, y que debió ser explotado más, es el hecho de que estas agencias estan tan preocupadas por ganar y fortalecer la posición de sus gobiernos, mientras que los movimientos sociales ocurren a traves de la organización civil) y una habilidad para seducir a quien deseen con tal de conseguir más información. Lorraine es bisexual, y de hecho es interesante como este aspecto es tratado de manera natural y práctica. Todo sobre Lorraine es pragmático, excepto, quizás, sus atuendos, los cuales tienden a ser de un esquema blanco y negro y cuyo atractivo estético va de la mano con los escenarios entre realistas y neo-futuristas del ambiente en que se desenvuelve (mención especial merecen su habitación de hotel, un bar donde establece dos contactos importantes, la sala de interrogación y un aeropuerto). La banda sonora es la mejor recopilación de canciones del año, junto con Baby Driver, una colección de joyas de Rock, New Wave y Pop electrónico de Alemania, EUA y el Reino Unido.
Aunque una trama menos complicada hubiera favorecido más a la película, Atomic Blondie es entretenida y contiene una gran belleza audiovisual que necesita ser experimentada en el cine. Esperemos que Leitch y Stahelski sigan deleitándonos con sus mundos llenos de acción indomable por mucho tiempo.
Lorraine Broughton es un personaje de acción memorable. Tiene todas las cualidades de los super-agentes británicos que tanto estimamos, incluyendo el sarcasmo, las capacidades poliglotas, un imparable sentido del deber, dudas filosóficas sobre su trabajo (el aspecto temático de la película mas importante, y que debió ser explotado más, es el hecho de que estas agencias estan tan preocupadas por ganar y fortalecer la posición de sus gobiernos, mientras que los movimientos sociales ocurren a traves de la organización civil) y una habilidad para seducir a quien deseen con tal de conseguir más información. Lorraine es bisexual, y de hecho es interesante como este aspecto es tratado de manera natural y práctica. Todo sobre Lorraine es pragmático, excepto, quizás, sus atuendos, los cuales tienden a ser de un esquema blanco y negro y cuyo atractivo estético va de la mano con los escenarios entre realistas y neo-futuristas del ambiente en que se desenvuelve (mención especial merecen su habitación de hotel, un bar donde establece dos contactos importantes, la sala de interrogación y un aeropuerto). La banda sonora es la mejor recopilación de canciones del año, junto con Baby Driver, una colección de joyas de Rock, New Wave y Pop electrónico de Alemania, EUA y el Reino Unido.
Aunque una trama menos complicada hubiera favorecido más a la película, Atomic Blondie es entretenida y contiene una gran belleza audiovisual que necesita ser experimentada en el cine. Esperemos que Leitch y Stahelski sigan deleitándonos con sus mundos llenos de acción indomable por mucho tiempo.