Una de las películas más impactantes del año pasado (y una de las
que más se ha incrustado en mi mente) se encuentra disponible en
Netflix. "La niñez de un líder" ("The Childhood of A Leader") hizo sus
rondas en algunos festivales de cine y pasó desapercibida en los cines
antes de entrar a la colección de Netflix, donde merece ser descubierta y
vista. Categorizada como una película de terror, pertenece más bien a
un estilo de película dramática donde la música (trompetas y violines
que chillan, rugen como engranes, que parecen anunciar perdición y
muerte) y la fotografía (voyeurística, inquietamente nerviosa, a veces
al borde del vértigo) son los elementos que le dan la sensación de pavor
e inquietud. "Taxi Driver" y "There Will Be Blood" pertenecen a esta
tradición, y "La niñez de un líder" es una digna adición a este corpus.
"La niñez de un líder" está dividida en cuatro actos y relata la infancia de un futuro dictador autoritario/fascista que ha de surgir después de la Primera Guerra Mundial. No es Hitler, Mussolini, Franco o Stalin, pero al mismo tiempo es todos ellos. Se trata de Prescott (Tom Sweet) un pequeño de largos cabellos y actitud silenciosa, hijo de un diplomático estadounidense (Liam Cunningham, con acento americano) y la hija de un misionero alemán (Bérénice Bejo, muy diferente a su papel encantador en "El artista"). Los padres sin nombre son una pareja respetable, pero algo anda mal. Él es el Padre Terrible, la figura distante y adusta, que tiene un trato más calido con su amigo periodista, Charles Marker (Robert Pattinson, amable y misterioso) que con su pequeño, a quien trata de la manera tradicional: poco, y esperando respetando en vez de amor. La madre es una mjuer devota que tiene una relación más estrecha con su hijo, pero deseos y planes reprimidios afectan su actitud. Han llegado a un pueblo francés que parece no haber sido afectado por la guerra y viven en una gigantesca casa. El padre es parte del cuerpo diplomático estadounidense que participa de manera activa en la creación de los Tratados de Versalles que han de crear un nuevo orden europeo y, según los deseos redentores de los estadounidenses, un "mundo mejor". Pero esta trama y esta ambientación que evocan elegancia y dignidad son el envoltorio de una herida que amenaza con ser gangrena. Hay algo de malsano en el niño, en los padres y en este siglo.
La película inicia con un tema principal escalofríante que acompaña imagenes de la Primera Guerra: soldados en marcha o atrincherados, bombardeos, mujeres y niños desolados, llorando. La historia de Prescott esta enmarcada dentro de este mundo caótico, donde el cadaver del siglo XIX da luz a un siglo XX cuyos estragos serán mayores. A diferencia de los dictadores que surgirán de este periodo, Prescott es un niño y además, como estadounidense e hijo de un hombre "de bien", está mas alejado de la situación de los europeos. Pero aún así desarrolla habilidades de manipulación temibles, y su inteligencia y sadismo latente se ponen de manifiesto en tres de los cuatro actos de la película, titulos, por ejemplo "El primer berrinche". Sus berrinches no distan mucho de los de un niño travieso común y corriente, pero dentro de su contexto familiar y social, son semillas para un futuro reino de terror. Su manipulación se extiende hacia dos de sus ayas: la ama de llaves que lo adora y alcahuetea (Yolanda Moreau) y de la hermosa joven que funge como su tutora de francés (Stacy Martin, una bella revelación). Estos dos personajes quieren al precioso niño y buscan lo mejor para él, pero terminan siendo fichas en un juego de poder entre el niño y sus padres.
"La niñez de un líder" es una película que esconde más de lo que muestra, pero entre más se piensa sobre sus posibles significados, más desoladora se percibe. Hermosamente fotografiada por Lol Crawley y musicalizada por Scott Walker (sus composiciones son la base que sostiene a toda la película), es increíble pensar que es el debut de Brady Corbet, un actor estadounidense que ha trabajado más en Europa que en su país natal. Parece la película de un veterano, y más que película parece una novela en donde la ambiguedad entre líneas reina de manera suprema. Detallitos insignificantes adquieren matices ambiguos; las acciones y declaraciones de los personajes parecen tener doble sentido o una intención traicionera; el intento por brindar estabilidad mundial se concentra en formar fronteras nacionales que terminarán siendo arbitrarias. El mundo adulto resultara un fracaso y, en un momento cumbre, el antes devoto Prescott salta sobre una silla y grita varias veces "¡Ya no creo en la oración!"
El final es la consecuencia de este mundo y de esa casa. Ciertas imagenes aparecen en una escena de sueño de Prescott, como visiones del futuro. Pero la realidad supera hasta las pesadillas. No conocemos que le sucede a Prescott en los años posteriores a los de las viñetas presentadas en la película, pero su historia, al final de cuentas, puede ser llenada con los datos biográficos de muchos de los tiranos más crueles del siglo XX. Aunque filmada en 2015, ni el mismo Corbet pudo predecir que la película adquiría dimensiones adicionales perturbadoras. Hay nuevos Prescotts en la política internacional en pleno siglo XXI. La película nos advierte: esto comienza en su propia casa y en su propia familia. Y eso, más que cualquier asesino, fantasma o demonio, es causa de terror puro. 10/10.
"La niñez de un líder" está dividida en cuatro actos y relata la infancia de un futuro dictador autoritario/fascista que ha de surgir después de la Primera Guerra Mundial. No es Hitler, Mussolini, Franco o Stalin, pero al mismo tiempo es todos ellos. Se trata de Prescott (Tom Sweet) un pequeño de largos cabellos y actitud silenciosa, hijo de un diplomático estadounidense (Liam Cunningham, con acento americano) y la hija de un misionero alemán (Bérénice Bejo, muy diferente a su papel encantador en "El artista"). Los padres sin nombre son una pareja respetable, pero algo anda mal. Él es el Padre Terrible, la figura distante y adusta, que tiene un trato más calido con su amigo periodista, Charles Marker (Robert Pattinson, amable y misterioso) que con su pequeño, a quien trata de la manera tradicional: poco, y esperando respetando en vez de amor. La madre es una mjuer devota que tiene una relación más estrecha con su hijo, pero deseos y planes reprimidios afectan su actitud. Han llegado a un pueblo francés que parece no haber sido afectado por la guerra y viven en una gigantesca casa. El padre es parte del cuerpo diplomático estadounidense que participa de manera activa en la creación de los Tratados de Versalles que han de crear un nuevo orden europeo y, según los deseos redentores de los estadounidenses, un "mundo mejor". Pero esta trama y esta ambientación que evocan elegancia y dignidad son el envoltorio de una herida que amenaza con ser gangrena. Hay algo de malsano en el niño, en los padres y en este siglo.
La película inicia con un tema principal escalofríante que acompaña imagenes de la Primera Guerra: soldados en marcha o atrincherados, bombardeos, mujeres y niños desolados, llorando. La historia de Prescott esta enmarcada dentro de este mundo caótico, donde el cadaver del siglo XIX da luz a un siglo XX cuyos estragos serán mayores. A diferencia de los dictadores que surgirán de este periodo, Prescott es un niño y además, como estadounidense e hijo de un hombre "de bien", está mas alejado de la situación de los europeos. Pero aún así desarrolla habilidades de manipulación temibles, y su inteligencia y sadismo latente se ponen de manifiesto en tres de los cuatro actos de la película, titulos, por ejemplo "El primer berrinche". Sus berrinches no distan mucho de los de un niño travieso común y corriente, pero dentro de su contexto familiar y social, son semillas para un futuro reino de terror. Su manipulación se extiende hacia dos de sus ayas: la ama de llaves que lo adora y alcahuetea (Yolanda Moreau) y de la hermosa joven que funge como su tutora de francés (Stacy Martin, una bella revelación). Estos dos personajes quieren al precioso niño y buscan lo mejor para él, pero terminan siendo fichas en un juego de poder entre el niño y sus padres.
"La niñez de un líder" es una película que esconde más de lo que muestra, pero entre más se piensa sobre sus posibles significados, más desoladora se percibe. Hermosamente fotografiada por Lol Crawley y musicalizada por Scott Walker (sus composiciones son la base que sostiene a toda la película), es increíble pensar que es el debut de Brady Corbet, un actor estadounidense que ha trabajado más en Europa que en su país natal. Parece la película de un veterano, y más que película parece una novela en donde la ambiguedad entre líneas reina de manera suprema. Detallitos insignificantes adquieren matices ambiguos; las acciones y declaraciones de los personajes parecen tener doble sentido o una intención traicionera; el intento por brindar estabilidad mundial se concentra en formar fronteras nacionales que terminarán siendo arbitrarias. El mundo adulto resultara un fracaso y, en un momento cumbre, el antes devoto Prescott salta sobre una silla y grita varias veces "¡Ya no creo en la oración!"
El final es la consecuencia de este mundo y de esa casa. Ciertas imagenes aparecen en una escena de sueño de Prescott, como visiones del futuro. Pero la realidad supera hasta las pesadillas. No conocemos que le sucede a Prescott en los años posteriores a los de las viñetas presentadas en la película, pero su historia, al final de cuentas, puede ser llenada con los datos biográficos de muchos de los tiranos más crueles del siglo XX. Aunque filmada en 2015, ni el mismo Corbet pudo predecir que la película adquiría dimensiones adicionales perturbadoras. Hay nuevos Prescotts en la política internacional en pleno siglo XXI. La película nos advierte: esto comienza en su propia casa y en su propia familia. Y eso, más que cualquier asesino, fantasma o demonio, es causa de terror puro. 10/10.
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