Se necesitaba que una super-heroína salvara al día.
Después de tres películas que, para decirlo de una manera diplomática,
resultaron controvertidas respecto a su calidad, La Mujer Maravilla (dir. Patty Jenkins) llega a galope tendido y
demuestra exitosamente como se hace una película de superhéroes. Contada de
manera coherente, con temas claramente fijados y expuestos y apoyado por un
libreto que balancea con bienvenida ecuanimidad lo ligero con lo serio, La
Mujer Maravilla se siente como una bocanada de aire fresco en estos tiempos. ¡Qué
maravilla ver una película de súper héroes donde la protagonista sea una
persona que sabe en qué consiste la auténtica heroicidad, y no carga con sus
deberes como si se tratase de una roca gigante que obligatoriamente debe de
sostener!
Creada por el siquiatra William Marston en 1942,
influenciado por su interés en el feminismo y su relación poli-amorosa con dos
mujeres fascinantes, la Mujer Maravilla se volvió la super heroína más
reconocida de todos los tiempos. Fuera de la animación y de la iconica serie
televisiva de los 70’s estelarizada por Lynda Carter, la Mujer Maravilla brilló
por su ausencia, con solo intentos fallidos en su historial fílmico. Afortunadamente,
esta primera adaptación logra una síntesis efectiva de todos los elementos de
los pasados 70 años de historia al tiempo que abre nuevas pautas hacia el
futuro.
La princesa Diana ha vivido por miles de años en
Temiscira, cuidada por su madre, la Reina Hipólita (Connie Nielsen), su tía, la
generala Antíope (Robin Wright) y la población entera de las amazonas. Creadas
por Zeus para servir como puente de harmonía entre los hombres y los dioses del
Olimpo, una brutal rebelión efectuada por Ares, el dios de la guerra, ha
separado a la humanidad de las amazonas. Esperando el momento en que Ares surja
de nuevo, Diana entrena hasta volverse la más poderosa de las amazonas. Cuando
el piloto estadounidense Steve Trevor (Chris Pine) es derribado en la playa de
Temiscira, Diana descubre que Ares tiene el mundo bajo su control (la
percepción de Diana de que los dioses manipulan a los humanos y que estos
tienen poco libre albedrío está marcada en la línea clásica, interesantemente),
pues el planeta se encuentra en medio de la llamada “Guerra para terminar todas
las guerras”. Diana viaja a Inglaterra con Trevor, donde de manera levemente
jocosa se tropieza con las convenciones del mundo occidental de los 1910
(genial la escena donde debe conseguir ropa para pasar desapercibida). En
Londres, Diana y Trevor son apoyados por un equipo compuesto por la
efervescente secretaria Etta Candy (Lucy Davis), el contrabandista
nativo-americano conocido como “Jefe” (Eugene Brave Rock), el francotirador
escoces Charlie (Ewen Bremner) y el simpático actor-espía políglota Sameer (Saïd
Taghmaoui), y parten hacía el grueso de la guerra de trincheras en el frente
belga.
La elección de situar esta historia en la Primera
Guerra Mundial en vez de la Segunda es brillante. Una de las guerras más
confusas en todos los aspectos, fue el inicio de la guerra mecanizada y
despersonalizada, una hecatombe en donde se ingeniaron más grandes y letales
formas de asesinar al prójimo, y sin archi-villanos tan obvios como en la
Segunda. Aunque los villanos físicos en la película son el General Erich
Ludendorff (Danny Huston) y la siniestra Dra. Veneno (Elena Anaya), el
verdadero enemigo de la Mujer Maravilla es la Guerra misma, y sus encuentros con la guerra la llevan a descubrir que la humanidad es muy compleja...capaz de atrocidades, pero también de bondad y generosidad. Este elemento
esencial sirve como motivo para que Diana emprenda su aventura fuera de la
isla, pero también nos demuestra la clase de persona que ella es. Cuando pelea,
lo hace de manera efectiva y poderosa, motivada por el peligro en que se
encuentran las personas inocentes y las personas que ella ama. Sabemos que ella
estará fuera de peligro, pero no podemos decir lo mismo sobre esos civiles y
los demás personajes. La emoción y la pasión que Diana siente en estos momentos
son emitidas de manera efectiva por Gal Gadot, que imprime carisma, bondad,
empatía, inteligencia y astucia en todo momento. Para que una película sea
exitosa, uno de los requerimientos principales es que el tono de la película
esté sincronizado con el tema y con el personaje central. Y este es uno de los
éxitos principales de La Mujer Maravilla. Es una cinta donde rige la esperanza,
pero no como eslogan vacío, sino como resultado de acciones proactivas en la búsqueda
por la paz, sea a través de la defensa en tiempos de guerra o a través del
entendimiento con los otros. Cuando vemos a Diana en acción, también los
personajes la observan con los mismos ojos que nosotros lo hacemos: ojos de
admiración, sorpresa y, claro, maravilla. La primer escena en donde aparece
Diana con su armadura y combate a los soldados alemanes en la “Tierra de Nadie”
(“No Man’s Land”) es un momento que, además de emocionante, resultado sumamente
conmovedor. Genuinamente se siente como si uno viera a una semi-diosa en acción.
Como toda buena película, esta tiene varias escenas que se quedan con uno después de terminada la película. Las escenas de combate son limpiamente filmadas y editadas (en
particular, me agrado una pelea de callejón que es claro homenaje a la película
de Superman con Christopher Reeve),
pero las escenas que más recuerdo son las escenas del toque humano: las
conversaciones entre Diana y su madre; la plática nocturna entre Diana y el “Jefe”,
quien no toma partido en la Guerra porque su pueblo ya ha sido despojado de
todo lo que tenía; la reacción de niña de Diana frente a un cono de nieve y a
la mera presencia de un bebé (no hay bebés en Temiscira, y es el primero que ve
en persona); el carácter muy humano de Trevor, quien demuestra tener miedo un
par de veces, pero aun así cumple con sus misiones de manera intachable (Pine, por cierto, es excelente...hace lo que sabe hacer bien y además funge en ocasiones como el "caballero en peligro", algo bastante divertido); la
villanía desbordada de Ludendroff y Veneno en una escena donde masacran a un
cuarto entero, evocadora de previas películas que no se tomaban tan en serio; un
poético y romántico baile en medio de una villa devastada en donde todavía
existe la posibilidad de la supervivencia; una revelación final sobre un
personaje que dejo atónito y felizmente desconcertado (disfruto el no
percatarme de cosas antes de tiempo).
Vi está película en una sala de cine donde había
varias niñas. Frente a nosotros, tres niñas veían la película con mirada fija.
No pude observar sus rostros, pero era claro que estaban sintiendo lo mismo que
yo y muchos niños hemos sentido por décadas: emoción pura, de esa que te paraliza al
sentir ese roce con una figura mítica que hace todo lo que tu quisieras
hacer, solo que ahora con la figura de una mujer. Espero que esta sea la primera muchas experiencias
similares. En estos tiempos en los que las instituciones en todo el mundo se
encuentran en tela de juicio y pareciera que la ficción solo parece enfocarse
en héroes moralmente ambiguos, una nueva esperanza se cierna sobre el horizonte
de nuestra cultura colectiva. Y se trata de una súper mujer (10/10).