miércoles, 9 de agosto de 2017

"Dunkirk" (Christopher Nolan, 2017)





Después de una serie de películas impresionantes cuya dimensión ética y estética parece haber alcanzado su apogeo más grande con "Interestelar", Christopher Nolan no tenía otra opción para su siguiente película sino bajar de nuevo al planeta Tierra y a la tercera dimensión. Tras explorar el subconsciente, la Quinta Dimensión, el mundo de la magia victoriana, las mentes fragmentadas de personajes de cine negro y Ciudad Gótica, Nolan escogió un tema histórico y bélico para su siguiente proyecto. "Dunkirk" ("Dunquerque", en castellano) relata uno de los momentos más cardiacos y, al final de cuentas, casi milagrosos que ocurrieron en la Segunda Guerra Mundial. El año es 1940 y la guerra tiene meses de comenzada (pocas películas han tratado el tema; en "Expiación", se le dedica una memorable secuencia de toma larga a este suceso). A pesar de los intentos de Gran Bretaña y Francia de proteger a este segundo país de la avanzada alemana, las fuerzas hitlerianas lograron empujar a ambos ejércitos aliados hacía la coste del norte. Sin más opción que evacuar Francia, los britanos se encuentran en su momentos más desesperado. Para empeorar su desesperación, la distancia que separa a su país de Francia a través del Canal de la Mancha es tan corta que se puede vislumbrar a la distancia ("Prácticamente podemos nuestro hogar desde aquí", observa el comandante Bolton, interpretado por un flemático, pero a la vez humano Kenneth Brannagh). No solo eso, sino que el gobierno británico no podía movilizar al grueso de su armada para rescatar a los más de 400,000 soldados al otro lado del mar, pues se preparan para la siguiente batalla. Bajo las órdenes de Churchill, se decomisan todos los navíos civiles posibles con la intención de conseguir el rescate de, optimistamente, 40,000 soldados antes de que los alemanes, quienes disparan balas y bombas sobre las ansiosas filas británicas, terminen por destrozar al grueso del ejército derrotado.

Una historia de este tipo podría contarse de la manera más derecha y convencional posible. Sin duda, aquellos acostumbrados a películas de este índole se imaginan todas las convenciones de las que se echaran manos: personajes ficticios que representan a los soldados con los que la audiencia ha de simpatizar, oficiales flemáticos que explican todo el contexto y la operación por un muy largo trecho y con varios monólogos, una cronología linear que termina por eliminar todo el suspenso posible del que se pudiera sacar de una película con contenido histórico y cuyo final ya se sabe. Pero Nolan es un libretista y realizador que planea diferente y que domina el arte cinematográfico como pocos. Dado que nunca ha hecho una película en la que no rompa con la cronología interna de sus relatos, "Dunkirk" no es la excepción. La película se divide en tres segmentos paralelos en tres locaciones distintas: el muelle donde los soldados esperan ser evacuados, un botecito donde el valiente Sr. Dawson (Mark Rylance) navega para rescatar a todos los soldados posibles acompañado por su hijo y un joven amigo; y en el aire, donde acompañamos a dos pilotos, Farrier (Tom Hardy) y Collins (Jack Lowden), quienes deben arribar a Dunkirk con el combustible que tienen, al mismo tiempo que disparan y persiguen aviones alemanes cuyo propósito es destruir a los soldados y a los navíos. Una semana transcurre en el muelle, un día en el barco y una hora en el aire. Esta brillante desfragmentación del tiempo sirve dos propósitos narrativos valiosos: primero, le da una estructura dramática a los tres segmentos con sus respectivos trayectos narrativos y de personaje, que al final de cuenta terminan por reunirse; segundo, establece el ritmo de la película a manera que los segmentos no son lastres concatenados entre secuencias, sino una historia coherente y rápida; esto, en tercer lugar, le brinda la segunda corriente de género a la película: el suspenso.

La idea de la película llegó a Nolan en 1992, cuando cruzó el canal de la Mancha en un pequeño barco con unos amigos en un transcurso de 19 horas. Transportándose al pasado, Nolan comenzó a pensar en lo que tuvieron que pasar los soldados ingleses durante esa cruenta semana de evacuación. Su viaje de 19 horas sirvió de punto de inicio para entender que el tiempo es relativo. Más Hitchcock que Spielberg, el suspenso es la fuerza dominante de la película, no solo por los giros y reveses que sufren los tres jóvenes soldados ingleses (Finn Whitehead, Aneurin Barnard y Harry Styles) que buscan escapar de Dunkirk a cualquier costo, sino en la historia del yate del Sr. Dawson tras recoger a un soldado en shock (Cillian Murphy), cuya inestabilidad y rechazo a volver a Dunkirk lo señalan como una bomba de tiempo; y en el caso de los pilotos, ya que Farrier no puede ver cuanta gasolina le queda pues su medidor de combustible es atravesado por una bala alemana, forzándolo a una elección constante entre aterrizar o continuar protegiendo a sus camaradas. Es la definición pura de suspenso: la audiencia sabe que hay una bomba a punto de estallar, y la tensión se deriva de ver cuándo sucederá. Este es uno de los dos grandes triunfos de la película, ayudado en gran parte por la edición y la banda sonora de Hans Zimmer, impresionante debido a la manera en la que evoca las altas y bajas emocionales de la película en todo momento.

El concepto original de Nolan era la de no tener un libreto y filmar las escenas con base a un bosquejo, pero su esposa (y productora) le convención de lo contrario. Aun así, el libreto final debe de ser ligero, pues el dialogo es muy poco. Aunque Nolan ha manifestado que esto se debe a su deseo de demostrar el poder que tiene el cine en su forma más pura (a través de los elementos audiovisuales), esta decisión también está apoyada por las circunstancias: difícilmente los tres jóvenes soldados tienen mucho tiempo para hablar casualmente sobre sí mismos. Nolan escogió sabiamente a sus actores jóvenes: la mayoría de los soldados ingleses ("Tommies", como se les dice en Inglaterra) eran muchachos que apenas pasaban de los 18 años, y se nota. Los actores desconocidos Whitehead y Barnard, así como él (sorpresivamente) bueno, Harry Styles (quien ganó su papel a través de una audición, pues Nolan no lo conocía) hacen una mancuerna excelente y sirven como los representantes de la soldadesca que, en esos momentos, solo busca sobrevivir. Todos los actores de reparto (incluyendo algunos rostros familiares solo para aquellos que ven la televisión británica) parecen auténticos, salidos de fotografías del período, pero sin duda Tom Hardy se luce una vez más. A pesar de que su rostro está cubierto por una máscara y voz filtrada (algo gracioso, si consideramos su última colaboración con Nolan), logra expresar muchas cosas con tan solo sus ojos, y su personaje es sin duda un héroe de alto calibre (como trivia: el comandante de su escuadrón, al cual solo escuchamos en la radio, es Michael Caine, otro miembro de la compañía Nolan que no podía faltar).

Pero "Dunkirk" no es un simple ejercicio de género, sea este el bélico, el histórico o el de suspenso. Es una película en donde se manifiestan algunos de las inquietudes temáticas de su realizador de una manera bastante orgánica: el heroísmo que surge a través de todo tipo de sacrificios, el legado heroico que se puede desprender aún a través de derrotas, desilusiones y tragedias (en el nivel macro, la evacuación misma de Dunkirk, resumida de manera inmortal por Churchill y conmovedoramente citada en el final de la película; en el nivel micro, la muerte de un personaje que termina por garantizar su deseo más grande en vida), las mentiras piadosas que se tienen que decir para que una persona que ya ha sufrido bastante pueda continuar subida, las nuevas identidades que se asumen por el deseo de supervivencia, los trágicos efectos que a veces pueden ser provocados por acciones nobles (dos escenas en el clímax ilustran este aspecto de manera terrorífica), y más que nada, el heroísmo comunitario. Este es el segundo triunfo de la película: cada acto sin interés propio conlleva a un clímax en donde se pone de manifiesto como la necesidad y bienestar propio son insignificantes cuando se trata de la seguridad y bienestar de los miembros de nuestra comunidad. Sea a través del heroísmo silencioso de un piloto de yate de carácter formal o las decisiones tomadas por un piloto, la búsqueda del bienestar comunal es una de las acciones que más se necesitan en toda la historia y ahora más que nunca. Al finalizar "Dunkirk", no solo sentimos la catarsis creada por la resolución de la tensión, sino por el saber que es posible ayudar a los demás, aun cuando las circunstancias parezcan insuperables. 

9.5/10

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