Una de las sagas históricas más emocionantes y dignas de
contarse es relatada en la película de David McKenzie, The Outlaw King (“El rey forajido”). McKenzie demostró tremendas
aptitudes como director tanto de acción como de drama cotidiano en Hell or High Water, habilidades que le
sirven de maravilla en esta película que recrea pasajes históricos con su
dimensión humana y épica de igual manera. Sin tener un libreto tan pretencioso
y preponderante como el que escribió Tyler Sheridan en su película previa,
McKenzie se explaya a lo grande contando la historia de Robert Bruce, el héroe
nacional más grande de Escocia, quien desafió la tiranía de Eduardo I para garantizar
la independencia de su patria.
Los nobles de Escocia, tras una fallida rebelión, le rinden
pleitesía y juramentos de lealtad a Eduardo I “Piernas Largas” (Stephen
Dillane), quien aplica misericordia sobre sus nuevos vasallos, aunque recalca
sus compromisos con rigidez y sarcasmo, además de estrenar una catapulta sobre
el castillo de un noble que busca rendirse, simplemente porque pagó mucho
dinero por ella. Existe una disputa por la corona escocesa entre dos miembros
de una casa noble: John Comyn (Callum Mulvey) y Robert Bruce (Chris Pine).
Bruce, cuyo padre (James Cosmo) es ex camarada de armas del rey, inteligente,
valiente, caballeroso y viudo, y cuenta con una tensa amistad con el cobarde
príncipe de Gales (Billy Howle), por lo que se le concede un beneficioso
matrimonio con Elizabeth de Burgh (Florence Pugh), la hija del guardián del
norte, como parte de que renuncie a sus derechos a la corona de una Escocia
independiente. Bruce cumple con su parte del trato y se comporta
respetuosamente con su nueva esposa, pero los altos impuestos de Eduardo y la
captura y ejecución del gran líder rebelde William Wallace enfurece a la
población escocesa y reinicia la rebelión. Un lamentable encuentro con Comyn le
trae mas problemas a Bruce, pero el apoyo de la iglesia escocesa, su familia y
muchos nobles—incluyendo a James Douglas (Aaron Taylor-Johnson), cuyos derechos
nobiliarios son rechazados por Eduardo—lo llevan a su coronación como rey de
Escocia, a brutales represalias por parte de Inglaterra, y a una lucha al
margen del combate tradicional y que antecede las guerras de guerrillas de
movimientos populares previos.
McKenzie se aparta de los moldes tradicionales de la
narrativa fílmica tradicional para contar
esta historia. El rey forajido
se siente como una película en donde los personajes históricos actúan como
personajes de su época y de su tiempo, y al mismo tiempo se sienten como seres
humanos auténticos, de carne y hueso. Pocas películas ambientadas en la Edad
Media me han convencido de la autenticidad de sus personajes y de sus
costumbres como lo ha hecho está película. McKenzie incluye detalles históricos
que rara vez se han visto: los rituales matrimoniales y de coronación, los
juramentos de caballeros (que incluyen jurar por unos cisnes vivos), la
algarabía de los banquetes. La escena previamente mencionada conque inicia la
película consiste de una toma larga en tracking (sin cortes aparentes) de ocho
minutos en los que la cámara viaje dentro y fuera de una tienda mientras se
discuten asuntos políticos, se estrena la catapulta gigante y se entabla un
duelo de espadas “amistoso” entre Bruce y el Príncipe de Gales. Esto no es
solamente una muestra de la habilidad técnica del director, sino que establece
el mundo de la película, las relaciones de los personajes y el tono naturalista
de la cinta. En muchos sentidos, la película se asemeja al Macbeth de 2015, dirigido por Justin Kurzel, tanto por su destreza
visual, su elección en colores y locaciones y por su retrato vivo y carnal de
una lucha por el poder. Las escenas de guerra son viscerales y cruentas,
maravillosas por su dinamismo feroz. La batalla final en medio de un pantano,
en particular, toma las características de un sensacional cuadro histórico.
En el centro emocional de la película, tenemos a Chris Pine
en una excelente interpretación como Bruce. Astuto, enigmático, sagaz e
inteligente, Pine tiene la oportunidad de interpretar a un personaje fuerte y
heroico, pero muy humano. La relación con su padre y su familia, asaltada por
la tragedia, es un excelente anti-reflejo de la relación disfuncional y
rencorosa que existe entre el sociópata e incompetente príncipe de Gales y su
tirano y maquiavélico padre (Dillane, por cierto, es maravilloso y a la par de
la interpretación de Patrick McGoohan en Corazón valiente, solo que mas
realista y menos villano caricaturesco). Su relación con su esposa por
compromiso, Elizabeth, es muy bella y demuestra el enamoramiento progresivo y
orgánico que se debía forjar durante este periodo, amor que crece tanto por el
respeto que se forja entre dos personas íntegras y fuertes, como por el sentido
de responsabilidad para con el reino y por el cariño hacia la pequeña hija de
Bruce. Florence Pugh está cosechando buenos roles desde Lady Macbeth el año pasado, y continúa con su éxitos en este papel
tan conmovedor, en especial cuando Elizabeth cae en manos del enemigo y debe
enfrentarse a una serie de decisiones que la ponen al límite de la devastación
(y dentro de una jaula que no solo es metafórica). Aaron Taylor-Johnson es el
personaje que se roba cámara con su personaje cuasi-maniático, aunque no es una
figura unidimensional del guerrero vengativo y atolondrado, sino un hombre cuyo
nombre y familia querida han sido rutinariamente insultados y debe de limpiar
su honra con el filo de la espada.
Aunque es maravilloso tener una película como El rey forajido disponible en Netflix de
manera global, lamento que no haya sido estrenada en el cine, porque es una
película digna de la pantalla grande como pocas la son. Desde el punto de vista
de la veracidad histórica, es superior a Corazón
Valiente, y aunque considero a está última película como una de las últimas
grandes películas épicas del estilo clásico y una cinta muy entretenida, El rey forajido es mejor cinta en muchos
sentidos, en particular porque centra su mundo moral en la relación que existe
entre familia y tierra-país, más que en el abstracto concepto muy moderno de la
“libertad”. Como sea, El rey forajido
es una de las mejores películas que Netflix ha distribuido y de mis favoritas
del 2018. Altamente recomendada.